Ya sé yo, que esos días de sol de Castilla, llenan a uno de energía, sales de casa con las pilas cargadas y muchas cosas más. Pero yo no puedo soportarlos. No aguanto ese desparrame de luz incontrolado, ese exceso, esa poca delicadeza y falta de contención. Tal cual. Gracias a Dios, soy fotógrafa y vivo en el norte, con sus maravillosos días oscuros, tenues, con esas transiciones de luz sutiles, con esa elegancia iluminando, que pasa tan desapercibida pero sigue estando ahí. Y esto se supera en el momento que empieza a caer la luz, al atardecer, ese momento en que los miopes no vemos nada, no hay quién conduzca, pero si quién fotografíe. Ese es El Momento.
Pues además de estos días con esa luz tan impresionante, lo mejoramos aún más con las casonas asturianas. La que os voy a enseñar hoy, es el palacio familiar del siglo XVIII que tiene Bea, una de las socias de Flores El Invernadero. Allí hicimos una colaboración para mostrar nuestro trabajo, en la que participó como no, El Invernadero, De rosas y baobabs con su papelería, Marta García-Conde con sus vestidos, Catalina Tartiere con su catering, Mónica Berjano con la mantelería y menaje de M viste tu mesa y Patricia Avilés aportó unas medallas y un cuadro de comunión.
El palacio es impresionante y un modelo perfecto. La iluminación está completamente moldeada por sus ventanas y puertas, la luz va entrando en un laberinto de paredes rebotando como si de un juego de billar se tratara y elementos como las contraventanas o las propias puertas interiores sirven de apoyo para dirigir en algunos casos la luz.
Y no solo la luz es la protagonista, también lo es la sombra, a veces muy generosa pero haciendo siempre una suave transición con su opuesta.
En el caso de la mesa interior que prepararon entre El Invernadero, Catalina Tartiere, De rosas y baobabs y M Viste tu mesa, apoyé con iluminación para rellenar el contraluz que había, pero tratando de respetar esa sombra que generaba. La dominante cálida creo que ayuda a reflejar el ambiente que consiguieron estas grandes profesionales. La mesa era un auténtico espectáculo y en equipo la cosa funciona aún mejor si cabe.
En un reciente viaje que hice a Oporto, me sorprendió ver la cantidad de hipsters que había en la ciudad. Atacado. Mucha gente joven y mucho hipster.
Los portugueses llevan el diseño dentro, no hay más que ver su arquitectura y estos jóvenes, no podían ser menos. Lo que me gustó de su paranoia hipster por recuperar lo antiguo, fue que lo hicieran con productos autóctonos, de toda la vida de su país, dándole un giro con un punto de actualidad. Nada de referencias americanas, exportador de la tendendencia. Productos de calidad increíble, lanas de primera, pieles para zapatos, gastronomía, algodones, etc; todo de una calidad estupenda en miles de locales recuperados.
Todo esto, viene al caso porque el trabajo que hace Marta García-Conde, sin un ápice de hipster (¡¡uf!!), recupera esa artesanía antigua de encajes, bordados, bodoques y lorzas que ya casi no se ve y les da un aire actual, respetando muchísimo el origen. Son vestidos delicadísimos, joyas para conservar que merecen mucho la pena.
Espero que os guste el resultado, trabajamos mucho, muchísimo, pero también disfrutamos todas como locas.
Tengo que agradecer a Emma Baizán toda la orientación y ayuda que nos ha dado, que siempre es mucha.
Podéis encontrar más información aquí y aquí.
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